Entrevistamos en esta ocasión a uno de los pilotos aficionados de trial más conocidos de Asturias, Rubén García Coya, ganador del Campeonato de España de Trial TR3 +35 en 2012.
“El Trial une mucho a la gente porque, al final, todos nos conocemos y somos como una gran familia”
¿Un deporte con el que no da pereza entrenar? ¿Un deporte que aporta energía, libera estrés, es divertido y puedes compartirlo con amigos y desconocidos? ¿Un deporte llevadero y que “engancha” a las primeras de cambio? Para los que estén ahora con los ojos como platos, sí, existe: el Trial, ¿verdad Rubén?
Nacido el 6 de noviembre de 1966 en Boroñes, un pueblo de la parroquia del Condado, perteneciente al concejo asturiano de Laviana, Rubén García Coya es uno de esos campeones trialeros tardíos. Y es que fue ya con 26 años y tras despuntar sobremanera como ciclista de carretera amateur que empezamos a verle en los triales.
Eso sí, casi desde la cuna, la verdadera pasión del lavianés siempre fueron las motos. “Era oír el ruido del motor de una moto e instintivamente sus ojos se le iban hacia allí”, como él mismo reconoce.
Poco a poco, sin embargo, fue superándose hasta estar entre los mejores deportistas asturianos del deporte del equilibrio dinámico más pronto que tarde. Hasta doce títulos regionales y dos subcampeonatos nacionales, TR3-35 (2010) y Veterano A (2023); además de su máximo éxito deportivo hasta la fecha, su victoria final en el Trofeo Nacional en TR3+35 (2012).
Pero lo que le convierte en uno de los pilotos más queridos y respetados del paddock no es solo su valía deportiva, sino su compañerismo, solidaridad, lealtad y emoción. Un amor por nuestro deporte que ha sabido ‘enganchar’ a sus amigos y conocidos, y que tiene, sin lugar a dudas, en el Team Coya a su mejor exponente.
Los amantes de la lectura saben que no hay nada como leer en un buen sillón. Pues eso. Buscad uno cómodo y disfrutad de una de nuestras entrevistas ‘gourmet’, sin edulcorantes, pero con un buen sofrito y mucho poso.
– ¿De dónde procede tu pasión por las motos?
– Mi pasión por las motos viene desde niño. Era escuchar el ruido del motor e instintivamente los ojos se iban hacia allí. Yo creo que es algo muy habitual que nos pasa a los que llevamos gasolina en la sangre. El olor a gasolina pura o quemada y el ruido de un motor despierta ese instinto que tenemos ahí. Supongo que se nace con él.
– Eres de Laviana, un concejo asturiano donde predominaba la minería y las explotaciones ganaderas, aunque estas últimas en menor medida. Imaginamos que la moto era más una herramienta de trabajo que un vehículo para turismo u ocio. ¿Estamos en lo cierto?
– Soy de un pequeño pueblo llamado Boroñes que pertenece al concejo de Laviana, sí señor. Y es cierto que era zona de bastantes motos off road pero casi todas, o todas, se usaban más para los quehaceres del monte y del campo que para competición. A 1 km se encuentra el pueblo de El Condao, que probablemente algunos conocerán porque se realizó allí una prueba del CET en el año 2015. Boroñes no tenía espacio suficiente para albergar una competición de ese carácter y el paddock se habilitó en El Condao, aunque las zonas eran compartidas por los alrededores de los dos pueblos. Es nuestra zona habitual de entrenamiento y, por supuesto, de cualquiera que quiera venir a rodar, ya que aquí todo aficionado es bienvenido.
– Tu primera moto fue una Puch Minicross Super TT. ¿quién y por qué te la regaló?
– Esa moto conseguí que me la comprara mi padre después de mucho comerle la cabeza, y aprovechando que la necesitaba para desplazarme en ella al Condao en tiempo de estudios. Había acabado la EGB y comenzaba el bachiller, por lo que bajaba en moto hasta El Condao, cogía un taxi hasta Laviana, y allí cogía el bus que me llevaba a la Felguera, donde iba a clase. Era una moto de segunda mano que compramos a un vecino y recuerdo que costó 30.000 de las antiguas pesetas. Aún la conservamos en casa. Acabó siendo la moto con la que mi padre iba al monte o se movía por allí cerca. Tengo buenos recuerdos de aquella etapa con ella. Prácticamente, mi adolescencia la pase moviéndome con esa moto.
– ¿Por que años más tarde la cambiaste por una Bultaco Pursang MK-12?
– Porque mi hermana mayor se casó con el que ahora es mi cuñado y era el propietario de esa Bultaco. Seguramente él sabía que ganándome a mí, ¡con mi hermana lo tendría chupado! (Risas). Me cedió la moto como si fuera mía y pase con ella gran parte de mi juventud. Molaba aquella moto, molaba mi hermana y molaba mi cuñado. (Risas). ¡Siempre la tenía como los chorros del oro! Ahora es mi cuñado el que tiene alguna moto que fue mía. (Sonríe).
– Tu primer contacto con el deporte, sin embargo, fue con una bici de carretera, ¿no es así?
– Podría decirse que sí. A mi primo Ramón se le ocurrió comprar una bici de carretera y acabó metiéndome a mí el gusanillo en el cuerpo. La verdad es que saqué rentabilidad de esa ocurrencia ya que un día fuimos los dos a correr un campeonato de Asturias de fondo en carretera y le dejé mi bici, con la mala suerte de que se salió de la carretera, pegó con un árbol y dobló el cuadro de la bici. Bici para tirar. Hay de decir que Ramón, que es abogado, para «expiar» el incidente se comprometió a hacerme la declaración de la renta de por vida con el mayor esmero y profesionalidad y, por supuesto, gratuitamente; algo que viene cumpliendo religiosamente desde entonces. No creo que echara muy bien las cuentas de aquella. (Risas)
– ¿Es verdad que llegaste a participar en una vuelta a Asturias por tu cuenta y riesgo, sin equipo?
– Era una vuelta Asturias amateur. Recuerdo que la ganó Coque Uría, que, si mal no recuerdo, pasó a profesional al año siguiente con el Clas-Cajastur. Yo había empezado a competir algo por cronoescaladas, y carreras que hacían generalmente por las fiestas de los pueblos y se me daban bastante bien. No quería comprometerme con ningún equipo ya que lo hacía como a modo de prueba y decidí correr como independiente, que se podía hacer. El problema era si pinchabas o tenías algún percance, ya que si no te dejaban una rueda o te llevaban las tuyas, quedabas fuera de carrera. Recuerdo en la etapa que acababa en el puerto de San Isidro tener pendiente de mi nada menos que al ciclista que casi le gana la vuelta a Coque, Toribio de El Entrego. Me enseñaba como rodar en pelotón y me protegía dentro. Un superclase. No hace mucho seguía corriendo.
– ¿En que momento perdimos a un futuro José Manuel Fuente, «Tarangu», o Samuel Sánchez?
– Supongo que en el momento en que descubrí que no era un «superclase». (Risas). Para llegar a ciclista profesional hay que ser de una pasta muy especial y además que se alineen muchos factores. En aquel tiempo nació mi hija y la vida va estableciendo prioridades y poniéndonos a todos poco a poco en nuestro lugar. ¡El ciclismo es muy duro! (Más risas). Será que no había nacido para ciclista. (Sonríe).
– ¿Quién, cuándo y cómo descubriste el trial como deporte?
– Las motos de trial en mi zona generalmente se usaban para trabajos relacionados con la ganadería, no para uso competitivo, pero en El Condao había un amigo que yo creo que fue el primer trialero de la zona, ya que la moto la usaba solo y exclusivamente para hacer trial, algo raro por aquellos parajes. Se llama Juan Carlos, pero nosotros lo llamamos J.C. Él fue de los primeros con los que empecé a hacer excursiones por los montes de la zona cuando tuve mi propia moto de trial.
– ¿Es verdad que tus primeras excursiones en moto de trial las diste aprovechando tu trabajo no remunerado como ‘lavamotos’?
– (Risas) Algo así. Había un taller de motos en el pueblo vecino, Talleres J.J. Allí parábamos los aficionados a las motos y, como no, gente de otros concejos que ya empezaban a hacer trial por la zona. Por aquel tiempo la moto más usada allí era la OSSA amarilla que estaba de moda en aquel tiempo con Toni Gorgot. Yo andaba por allí con mi Puch revoloteando y luchando porque algún alma caritativa me dejase dar una vuelta en la moto. (Risas). La forma en la que lo conseguía era lavándoles la moto cuando llegaban con ella sucia. Iba a hacerlo a mi casa, que estaba a un kilómetro, por lo que ese par de kilómetros de ida y vuelta eran mi premio por lavarla. Por supuesto, ya me encargaba yo de que el trayecto fuese un poco más productivo buscando caminitos y senderos adicionales que daban un poco de rodeo. Siempre en el trayecto de ida, ya que a la vuelta la moto estaba limpia y ya tenía que bajar por la carretera. (Risas).
– Te dejarías la paga en lavavajillas, bayetas y esponjas, ¿no?
– ¡¡Por supuesto!! En aquel tiempo la Karcher, o cosa que se le pareciera, ni se la veía ni se la esperaba. Lavadero, jabón y demás enseres, por suerte, había en casa y me aprovechaba de ello. Eso sí… limpiaba la moto con esponja o bayeta taco por taco y quedaba como los chorros del oro, no fuera a ser que no quedara a gusto del dueño y no me la dejara el próximo día. (Risas) ¡Buff!… ¡Mucho Mistol gasté yo! (Más risas).
– Tu primera moto fue una Montesa Cota 330. ¿Por qué te decantaste por ella y no por una Bultaco u OSSA de la época?
– Básicamente, por tema monetario. La Montesa la conseguí a través de un amigo y era de segunda mano. Creo recordar que me costó 130.000 de las antiguas pesetas. Un compañero de trabajo me dijo que la vendía un vecino suyo y así fue como me hice con ella. Lo primero nada más traerla en casa … ¡¡la bayeta y el lavavajillas!! (Risas).
– A diferencia de otros, empezaste a practicar trial ya de mayor, con 26 años, y una vez aparcada la bicicleta. ¿Qué recuerdas de aquellas primeras salidas con tu amigo Juan Carlos?
– Las salidas siempre eran en plan de excursión por los montes cercanos, claro está, evitando el camino y buscando el monte y los senderos por donde nos solían decir los vecinos que no pasaban ni las cabras. Al principio andábamos por terreno conocido, pero poco a poco fuimos ampliando horizontes y cuando llegábamos a un monte alto mirábamos hacia los montes más lejanos haciendo planes para el domingo siguiente llegar hasta ellos. La primera vez que llegamos a “Les Praeres de Nava”, sí, donde ahora hay un final de la vuelta ciclista a España, hasta comimos allí en el bar del monte porque nos parecía que habíamos hecho una proeza muy grande llegando. Más tarde, como decía JC, aquello ya era como comer una galleta. Era terreno conquistado y ya se nos quedaba pequeño.
– Creo que en más de una ocasión se os hizo de noche por el monte, ¿no es así?
– ¡No me lo recuerdes! (Risas). Recuerdo una salida en el puente de diciembre que hicimos hacia un concejo vecino. Hay que resaltar que JC siempre tenía más cabeza y era más prudente que yo, por lo que a veces me obligaba a contar alguna que otra mentirijilla. (Más risas). Habíamos ido el finde anterior, pero se nos hacía tarde y lo dejamos para el siguiente. Cuando llegamos al alto de la montaña miramos hacia un valle desconocido para nosotros en el que no se veían caminos de ninguna clase. Si entrábamos ya no había vuelta atrás ya que había que bajar por una zona boscosa muy pendiente y resbaladiza que ya no podríamos subir. JC pregunta: “¿tú esto lo conoces?”. A lo que muy seguro le respondí: “sí, sí”. Así que bajamos, llegamos a un sendero, del sendero al río, ya azotando las motos porque el día empezaba a nublar y oscurecía. Ya dejando las motos entre las peñas en el cauce del rio, decidimos seguir a pie río abajo cuando, ¡sorpresa! El río se mete en una cueva y desaparece ya casi de noche.
– ¡Oh my God!, que diría un inglés…
– (Risas). Primero con cuidado de no mojarse, luego ya igual daba estar de agua hasta la cintura. Había allí una cuadra de ganado y allí quedaron los calcetines que ya pesaban. JC, con buen criterio decía que lo mejor era quedarse allí hasta el día siguiente y que nos íbamos a despeñar por aquellos barrancos. Pero yo solo pensaba en la gente que ya estaría preocupada por nosotros. Mi padre ya había ido a casa de JC para saber si estaba yo solo o al menos estábamos juntos. La noche se cerró y hubo un momento en el que nos iluminábamos el sendero con un mechero y contábamos cuatro o cinco pasos y volvíamos a encender. ¡Una odisea! Ahora nos parece simpático, pero llegamos a pasarlo realmente mal. Llegados al alto vimos unas luces y dimos voces a ver si alguien nos oía y nos podía indicar algo, pero nada.
Al final llegamos a una pista que nos llevó al pueblo de La Acebal, que está a unos 7 kilómetros del nuestro. Llamamos por teléfono y vino mi padre a por nosotros. Le apetecería matarnos, supongo. (Risas). Recuerdo que al ver las luces del pueblo nos daban mareos de tanto fijarnos por la oscuridad. Hubo momentos que en vez de mirar al suelo mirábamos hacia el cielo por donde la arboleda para guiarnos. Al día siguiente fuimos por las motos y tuvimos que hasta preparar rampas para poder sacarlas.
– Tras tanta aventura fue precisamente JC quien te animó a apuntarte a tu primera carrera. Cuéntanos cómo te convenció para que participaras en el Campeonato de Asturias de 1995 en Santa María del Mar…
– Sí. Fue a raíz de ir a ver algún trial por la zona. En concreto, recuerdo ir a ver uno a San Tirso con Carlinos, el de Lolo, y JC. Veíamos a participantes y llegamos a la conclusión de que nosotros también podíamos llegar a hacer las zonas marcadas. ¡Ahí empezó todo! Poco después, Carlinos y yo ya estábamos apuntados a un trial y un poco más tarde ya se unía JC que se mostró un poco reticente de mano pero que acabo por sucumbir por nuestra insistencia. (Risas).
– … y lo tuyo fue llegar… ¡y besar el santo! Primera carrera y… ¡Primer triunfo en Aficionados!
– ¡Sí! ¡Así fue! El primer trial que corrí fue del campeonato de Asturias en Santa María del Mar. Estrenaba unos pantalones de trial que me había comprado para la ocasión que eran iguales que los que llevaba Tarrés en aquella época. (Risas). ¡Qué bien lo pasamos! Ni siquiera miramos la clasificación. Estábamos cargando las motos para irnos cuando vinieron a buscarnos para decirme que había ganado en aficionados y ¡tenía podio! Esa carrera solo la corrí yo, pero enseguida fui liando a los demás para que se unieran a mí.
– Por lo que nos han contado, a JC no es al único al que has ‘engatusado’. No en vano, se os unieron los que poco después serían tus mochileros y que ahora incluso compiten en el Campeonato de España: Iván Suárez González, “Torobó”, y José Ramón Álvarez Turrado ”Jr”. ¿Cómo los sedujiste para que se enamoraran también del trial?
– Además de Jr y Torobó, uno de mis primeros mochileros fue Andrés, de El Condao. La verdad es que no hizo falta mucha insistencia para atraerlos. A todos nos gusta la naturaleza y el deporte y eso el trial te lo da en cantidad. Es un deporte minoritario, pero yo creo que une mucho a la gente porque al final todos nos conocemos y somos como una gran familia. Todos tenemos la misma pasión. ¡El trial engancha! Al final la competición no deja de ser contra uno mismo buscando mejorar y superarse poco a poco.
– Cada aficionado que venía era bien recibido y pasaba a ser uno más de la familia trialera. Todo aquel que quisiera probar o unirse al grupo tenía las puertas abiertas y ¡la diversión asegurada! Empezó a llegar gente de otros concejos a entrenar con nosotros porque sabían que siempre estábamos dispuestos a quemar un poco de gasolina. A veces llegaban cuando yo estaba trabajando en alguna cosa, y me querían liar para que saliera a entrenar. Por mucho que dijese que “no podía”, a los diez minutos ya estaba Rubén buscando los rastros para ver hacia donde habían ido. ¡Buff!… ¡qué vicio! “¿Por qué me liais?” Empezaron a unirse chavales de la zona para entrenar y a las carreras y empezaron a decir: ahí vienen “los de Coya” o.… estos son de “los de Coya” cuando nos inscribíamos a triales de la región o de fuera. Ahí fue donde nació el “Team Coya”.
– ¡Carai!
– Hicimos ropa y empezamos a organizar algún que otro evento y por supuesto alguna que otra comida o cena. Hay que destacar que Jr es el mejor asador de cordero a la estaca de la zona y que dice que, con sus casi 100 kg, cuando se mira al espejo se ve gordo, por lo que tememos que pueda tener algún tipo de anorexia psicológica, por lo cual cada cierto tiempo preparamos una timba gastronómica. Llegamos a realizar un curso con Amós Bilbao por nuestra cuenta, que finalizaba con una buena comida campestre en una cabaña de la zona, ¡como no podía ser de otra manera! ¡Jr a la parrilla se manejaba mejor que en las zonas! También llegamos a tener un par de indoor en la capital del Concejo, en Pola de Laviana, que atrajeron a un montón de gente y a futuros pilotos. Hay una foto del momento donde se puede ver a un pequeño Rodrigo Marchal a hombros de su padre. También hicimos varias carreras del Campeonato de Asturias y el colofón llegó con la prueba del Nacional en 2015 en El Condao.
– Por cierto, tu desembarco en el Campeonato de España no se produjo hasta 2003. ¿Recuerdas dónde y en qué categoría?
– Sí. Recuerdo que fue en Entrimo, en Orense, fuimos Marcos Gonzalez y yo a correr en Júnior, que era la licencia que podíamos sacar. Cuando empezabas tenías junior 1º, 2º y de 3º año. Recuerdo al speaker diciendo que era la categoría asignada a los más jóvenes y yo pensando… Sí, sí… ¡sobre todo yo! (Risas).
– En aquella primera carrera del CET compartiste categoría y zonas con Dani Oliveras y Dani Gibert, entre otros. ¿Qué te parecieron?
–¡Uff! Eran una pasada. Durante la carrera poco los vimos, pero ya solo verlos entrenar era un lujo. ¡Parecía que todos sabían andar en moto menos nosotros! (Risas).
– ¿Y el nivel de la categoría?
– Recuerdo que la mejor zona que hicimos fue un 1 que saqué yo. ¡Aún no se ni cómo! (Risas). Y Marcos, apurándome porque había tiempo en zona y casi no llego al final. Tuvimos que ‘ticar’ alguna zona porque había unos trancos que, echándole valor, nos parecía que subíamos, claro… ¡Luego había que bajar! Y por más que mirábamos no veíamos la manera de hacerlo. ¡Se nos hacia el culo gaseosa! (Risas).
– Después de aquella primera carrera del CET estuviste un tiempo compitiendo sólo en el certamen regional asturiano. ¿Por qué?
– Por nada en particular. Quizás faltó planteárselo y tener alguien conmigo que me acompañara y disfrutara de mi misma pasión. Eso es algo que tuve siempre con mis mochileros y gente. El trial te da momentos que, a veces, no aprecias en todo su esplendor cuando los vives, pero que con el tiempo aun están ahí y seguirán estando siempre. Más adelante ya mirábamos y ya nos planteábamos el nacional viendo su calendario y la forma de hacerlo siempre desde el punto de vista de aficionado para pasarlo lo mejor posible. Hubo muchas carreras en las que nos acompañaba mi hija Cristi, que es una ‘lianta’, y la verdad es que pasamos muy buenos momentos todos juntos. El tiempo va pasando y esos momentos quedaran ahí para siempre. Por eso cuando veo a padres con sus hijos en las carreras, si tengo opción, siempre les digo que aprovechen el momento al máximo porque el tiempo pasa rápido y la vida va cambiando poco a poco. ¡El trial da muy buenos momentos!
– Pero en 2006 regresaste el Nacional. Eso sí, ya encuadrado en la categoría TR3+35, lo que hoy es Veterano A y B, y compartiendo cartel con ilustres como Carlos Casas, Joan Solé o Antoni Ramonet. ¿Cómo te recibieron?
– ¿Qué cómo me recibieron? ¡Abrasándome! ¡Metiéndome paliza tras paliza! (Risas) ¡Qué tíos, como andaban! Yo creía que sabía andar en moto y ellos… me demostraban a cada carrera que no tenía ni idea. Es un lujo verlos, aún ahora, por las zonas. Tienen el estilo de pilotaje antiguo pero muy efectivo para no dejar más pies de los necesarios. Aunque no lo creas, de ellos se aprende mucho. Todo mi respeto y admiración, no solo por esos tres pilotos en concreto, sino por todos esos pilotos veteranos que hicieron y siguen haciendo carreras a día de hoy. ¡Da gusto verlos en las zonas! Que no falte la salud para seguir disfrutándolo. El trial le debe mucho a esta gente.
– Desde entonces y hasta la fecha, siempre que las lesiones no te lo han impedido te hemos disfrutado en el CET. ¿Qué hace que año tras año participes en el mismo?
– Hombre, ¿y lo bien que nos lo pasamos? En la vida todo trabajar ¡no puede ser! Hay que tener alguna vía de escape, y la mía es el trial. Por suerte tengo un grupo de gente que disfruta mi misma pasión y eso ayuda mucho a que año a año estemos ahí. Unos tiran de otros, como suele pasar en los entrenos, y unos por otros vamos con ello adelante.
– A todo esto, por aquellos entonces, ademas de piloto de trial, también eras jugador de fútbol y fútbol sala. ¿De dónde sacabas el tiempo para tanto deporte?
– Bueno, cuando algo te gusta siempre buscas y acabas encontrando un hueco para hacerlo, y si no… malo… que la vida pasa en cuatro suspiros. Varias veces teníamos de estar jugando un partido en la cancha y tener fuera el remolque cargado con las motos para nada más acabar marchar a un trial. Como diría mi madre: “sarna con gusto no pica”. Pero sí que es cierto que a veces hay que hacer jeroglíficos para compaginar el día a día.
– Con tanto ‘ajetreo´ no me extraña que en mas de una ocasión tu cuerpo te dijera basta en forma de tendinitis, contracturas o rotura…
– Pues sí. Yo siempre digo que el cuerpo es inteligente y él mismo te avisa cuando hay que parar y aflojar o él mismo se encarga de obligarte a hacerle caso. No soy yo mucho de encuadrar a las personas dentro de esos típicos marcos de que cuando tienes esta edad o la otra tienes que hacer esto o lo otro. Si yo hubiera hecho caso de lo que me decía a veces la gente… Tipo: tienes que dejarlo ya, cambia esto o lo otro. Pues probablemente habría vivido la vida a su modo, no al mío, y seguro que me arrepentiría toda la vida. Ni siquiera mi madre fue capaz de pararme. (Risas). Cuando tenía alguna lesión o me veía cansado solía decirme: “ay fiyín, ¿no será hora de que lo dejes?”.
Hay que resaltar que madre solo hay una y como mi madre… ¡ninguna! Cada vez que vamos de finde a una carrera nunca falta su llamada el domingo al oscurecer para preguntar: “¿Por dónde andáis? ¿vas a venir hoy? ¿todo bien?”. “Sí, sí, todo bien. Podéis ir a dormir que ya estamos al lado de casa y ya mañana voy a descargar (igual estábamos en Zaragoza)”. “Ah, vale, vale. Ya había puesto yo una vela a Santa Rita para que vayáis y volváis en paz”. Santa Rita es la patrona de Boroñes y está en la capilla del pueblo de la que ella es una fiel devota.
– Precisamente, dos tendinitis rotulianas en 2011 una en cada rodilla, y una posterior lesión del tendón de Aquiles, en 2014 de la que a día de hoy todavía arrastras secuelas, te dejaron en el dique seco durante mucho tiempo. Sin embargo, no pusieron fin a tu amor por el trial. ¿Qué llevaste peor: la recuperación o el no poder subirte a una moto de trial durante más de un año?
– Las lesiones forman parte de la vida del deportista y al final tienes que aprender a convivir con ellas. Las tendinitis vinieron en el tiempo en que compartía el trial con el fútbol y fútbol sala. Llegué a estar un año entero sin los deportes que me encantaban, pero lo peor era que empezaban a condicionarme la vida. Recuerdo tener que apearme del coche a los veinte minutos de subirme a él si no podía estirar las piernas. Llega un punto en el que hasta te hace desesperar y llega hasta a ponerte de mal humor, pero también es cierto que la gente del trial somos de una pasta especial y ese espíritu de superación que tenemos en competición nos sirve para la vida cotidiana y para afrontar las cosas desde el optimismo. En salas de rehabilitación siempre saben que quien practica deporte tiene una velocidad más a la hora de trabajar. (Risas).
– El tendón de Aquiles me lo rompí en una carrera del regional y según noté la lesión lo primero que me vino a la mente fue: ¡Ostia! ¡Acabo de joder la próxima carrera del Nacional! No me dolía la lesión, me dolía… ¡el alma! (Risas). Otros siete meses en el dique seco. Lo compensaba yendo andando a ver a los demás entrenar y así no perdía físico. Ahora mismo, a esta edad, intento no arriesgar y cuidarme de no tener ningún percance ya que cada vez cuesta más recuperar y ¡no estamos para perder el tiempo con la moto parada!
– A raíz de estas lesiones, ¿sigues algún tipo de preparación especial?
– Según van pasando los años el cuerpo te va condicionando y te obliga a tomar prevenciones y pautas para mantener la frescura y el tono muscular. A parte de entrenar con la moto ahora mismo practico otro entrenamiento que es el crossfit. El crossfit lo descubrí hace cinco años o así de forma casual buscando tener un poco de fondo porque habíamos hecho una inscripción para los Scottish y queríamos tener una base física buena para poder disfrutarlos. No nos cogieron pero yo quedé enganchado al crossfit.
– Suelo practicarlo tres días a la semana después de salir del trabajo y la verdad es que me vale muchísimo como preparación, ya que me da un buen tono muscular y un poder de recuperación fenomenal. Lo recomiendo, sin duda, siempre dentro de las posibilidades. A mi edad lo único que intento es mantenerme e ir perdiendo el menor físico posible. ¡A veces también hago alguna carrera de esas de obstáculos para pasarlo como los indios!
– En el CET has vivido lo mejor y lo peor. Si te parece empezamos por lo segundo. ¿Qué te pasó en el CET de Arnedillo de 2011?
– Probablemente a alguien se le olvidó poner una vela a Santa Rita… (Risas). Salía de mi segunda tendinitis rotuliana y decidimos comenzar la temporada en Arnedillo. Viajábamos en mi coche con el remolque y tres motos Iván, Igor y yo. En Arnedo teníamos reservado el hotel y la recepcionista me dijo que en la calle contigua podría aparcar a partir de las 13,00 que se acaba la zona azul. Dejé el coche allí y miré la hora: las 13:12 ¡Perfecto! Subimos a ver la habitación y bajamos decidiendo si ya nos quedábamos a comer allí. Yo decidí salir fuera a controlar las motos y cuando llegué solo estaba el coche. ¡Ostras! lo primero que me pasó por la mente fue que alguien nos estaba gastando una broma: Artidiello, Amós Bilbao… no sé… algún conocido. Pero luego ya la terrible realidad se va abriendo paso. Figuraba mi llamada a Iván a las 13:20, por lo que ¡solo habían pasado ¡ocho minutos de reloj!
– Enorme disgusto para los tres, ya que sus motos apenas tenían un año y la mía… No tenía ni una semana. Todavía iba con los pelillos en los neumáticos. Aun así, sin motos, nos quedamos el finde y nos pateamos todo el trial a pie y supongo… siendo la comidilla del paddock. Mucha gente se solidarizó con nosotros y nos animaba, pero solo encuentras rabia e impotencia en esos momentos. Fue duro. La Guardia Civil montó un dispositivo al terminar el trial por si los amigos de lo ajeno las tenían aún en el pueblo e intentaban sacarlas con el movimiento del final del trial. Nos pidieron que estuviéramos con ellos porque si no aquello iba a ser eterno y a nosotros se nos hacía cuesta arriba porque nos parecía que era como desconfiar de la gente del trial. En aquel tiempo envié una carta que publicó Todotrial explicando todo el asunto para que nadie se llevara a malos entendidos. Aun así, de vuelta a casa todavía bromeábamos: “Vaya ligero que va el coche. Igor, mira atrás a ver si están todas las motos”, y cosas así. (Sonríe).
– ¿Recuperasteis las motos robadas?
– ¡Nunca más supimos de ellas! ni del remolque. A veces lo hablamos y todos coincidimos en que es una espina clavada que te queda ahí por no saber. ¿Cómo? ¿quién? ¿cuándo? Nos hartamos de mirar por internet e incluso mandábamos correos a la Guardia Civil de Arnedo cuando había algún anuncio sospechoso y ellos se encargaban de investigarlo. ¡¡Buff!! Un día fueron a un polígono de Logroño con un dispositivo que llevaron hasta una ambulancia y al final no era ninguna de nuestras motos. Yo pidiendo perdón, y ellos diciéndome que estuviese tranquilo que les había servido de entrenamiento. Fueron de 10. Estuvimos una temporada sin moto, pero aquel calvario no se podía aguantar mucho tiempo más. Ahí tenemos que agradecerle a Rendueles Motos el esfuerzo que hizo los meses siguientes para conseguirnos nuevas motos al mejor precio posible antes de vernos caer en una depresión. De hecho, me consta que incluso hubo una parte de los gastos que fue asumida por ellos mismos.
– Por suerte, un año después, en 2012, te coronaste Campeón del Trofeo Nacional de Trial 2012 en TR3+35. ¿Compensación universal?
– ¡Por supuesto! ¡Enorme satisfacción! ¡Se presentó la ocasión y aproveché el momento! Ese año solían venir a entrenar Iván Begega y el “Carreteru”, David, que me obligaban a salir algún día de semana y eso se notaba en el pilotaje. No fue fácil ni mucho menos. Fue una lucha sin cuartel con todos los rivales pero especialmente con Antoni Ramonet, con el que llegué a jugármela en la última cita del Nacional en Cal Rosal.
– ¿Cómo viviste ese toma y daca hasta la última cita con Ramonet?
– Fue un mano a mano que llegaba a ser desesperante ya que tenía un dominio y una regularidad envidiable… ¡Qué tío! ¡Yo creo que llegué a soñar con él! (Risas). Yo sufriendo para no dejar un pie y lo veía a él con aquella facilidad hacer las zonas que me llegaba a comer la moral, y mira que es difícil, ¿eh?. Esos ilustres veteranos tienen un pilotaje exquisito. (Más risas).
– Si la memoria no nos falla, el día antes de la carrera llovió como si quisiese inundar toda Gironella. ¿A qué santo encendiste las velas?
– Sí, sí. El sábado llovió todo el día como si se quisiese acabar el mundo. No sé si los astros se alinearon conmigo o si la danza de la lluvia que hice los días anteriores surtió su efecto, ya que yo creía que en zonas húmedas y con barro mi adaptación sería un poco mejor que la suya ya que en Asturias son muchísimas las veces que entrenamos con terreno así. También estaba compitiendo Adrián Villabrille en TR2, que recuerdo ganó la carrera ese día a Marc Riba. Recuerdo ver a los de la federación quitar flechas al principio del día y yo diciéndoles que no hacía falta quitar nada, ¡que en mojado también se anda! (Risas). Ese día volvimos felices y contentos para Asturias. En el fondo yo sé que Ramonet no tuvo su día ya que le he visto en terreno mojado y… ¡también va bien!
– En las temporadas siguientes, en cambio, te las vistes con otro Ramonet, con Jordi, su hijo. ¿Quién de los dos es más complicado de batir?
– ¡¡Buff!!… ¡No sabría decirte! Si era poco un Ramonet… ¡voy y tropiezo con dos! (Risas). Ramonet hijo me recibió como me recibieron en su tiempo los veteranos … ¡Abrasándome! (Más risas). Va muy bien Jordi. Tiene la regularidad de su padre y el estilo ese que se usa en las clásicas y al mismo tiempo maneja la moto al estilo del trial moderno, lo que le convierte en un arma letal. Al menos, para mí. (Más risas). La verdad es que tengo una buena amistad con toda la familia Ramonet. Es una de las buenas cosas del trial, que encuentras gente con tu misma afición y se comparten muy buenos momentos.
– En el CET 2024 quedaste tercero en Veterano A. ¿Con qué opciones de título te ves de cara a la temporada que viene?
– Las opciones cada vez son más escasas ya que cada temporada, ¡seguimos cumpliendo años! Y que eso no cambie. Además hay gente bastante más joven que yo con mucho nivel a la que siempre cuesta mucho batir. José María Segura y César González son firmes candidatos al título y siempre aparece gente nueva que hace que los podios se pongan complicados. Pero bueno… ¡Torres más altas cayeron! (Risas). No soy yo de darlo todo por vendido ni de bajar los brazos ante la adversidad. Vamos que… que no se descuiden y sigan entrenando fuerte, ¡que a mí me cuesta muy poco darles un disgusto! (Más risas).
– ¿Qué te parece que Veterano esté desdoblada en dos desde 2020?
– Yo lo veo bien. Si te fijas en las inscripciones la categoría Veterano B suele ser de las más concurridas del certamen. La lectura que yo saco de ahí es que al aficionado veterano le gusta ir a competir pasándolo bien y no arriesgando a tener una lesión. Hay quien piensa que el premio final es lo importante, pero yo creo que lo importante está en el camino que recorres para llegar ahí. Esos momentos compartidos en el paddock, en la mesa, en las entradas de zona con los rivales y compañeros … no tiene precio.
– ¿El nivel actual de Veterano A es el adecuado o habría que subirlo?
– Yo creo que está bien ahora mismo. Si crees que está muy alto para tu nivel tienes la opción de Veterano B. También opino que lo han subido un poco respecto a años anteriores, y así me ha parecido también en TR4. Suelo fijarme en las zonas porque hasta no hace nada yo estaba en TR4 porque eran las zonas donde me parecía que por mi nivel lo pasaba mejor, y así era. Pero ahora las miro y hay veces que veo pasos que… ¡cuidado! No sé, a lo mejor es que me estoy haciendo viejo. (Risas). Cambié a Veteranos porque no podía contar con mi mochilero, con Iván, para las primeras carreras y tampoco quería “jugármela” por las zonas, que ya sabemos eso de… si no lo veo, la tico. ¡Mentira! La voy a entrar igual, ¡a ver qué pasa! (Risas)
– ¡Somos calientes de sangre! Ya cuando Iván volvió a acompañarme a las carreras en vez de como mochilero lo inscribía como piloto y, la verdad, es que lo pasamos pipa todos juntos. De todas formas, creo que hay categorías suficientes donde encuadrarte en el Nacional según tu nivel o tus aspiraciones. A veces oyes a pilotos decir: “es muy fácil esta categoría, ¡y no puedes fallar!, ¡sube a la siguiente!” o “es que es muy difícil” … ¡Espera! que te marcamos para ti el trial!
– (Risas)…
– Alguna vez me preguntan: “¿Qué tal estaba marcado el trial?”. Mi respuesta siempre es que la mejor forma de saberlo son las puntuaciones. Ahí es donde se sabe perfectamente. También hay gente con mucho nivel que se inscribe en categorías inferiores y, a veces, eso solo les vale para no disfrutar de ello. Recuerdo carreras en Cantabria. Por cierto, andaba por allí un tal Jaime Busto con Javi, su padre, que siempre me lo colaba en la zona. (Risas). En ellas, en las que yo corría en TR2 y era firme candidato al podio, llegaba un poco antes y miraba TR1 para ver si era capaz de hacerlas para pasar a esa categoría. Pues bien, aún a sabiendas de que no iba a ver el podio ni en pintura fue la forma de ir mejorando y cogiendo más nivel. Lo que hablamos … el camino… el camino es el que nos va a llevar al fin.
– Por cierto, doce títulos asturianos y dos subcampeonatos nacionales, TR3-35 (2010) y Veterano A (2023), además de tu corona en TR3+35 de 2012. ¿Satisfecho con el balance hasta la fecha?
– ¡Por supuesto! Como he dicho antes, para mí el premio está en el camino que recorres para llegar al final. Yo creo que es lo que hay que disfrutar. Ganar es muy bonito y también un poco adictivo, pero personalmente opino que, si fuera fácil hacerlo, y no hubiera todos los prolegómenos que lo anteceden casi carecería de valor. Está claro que todos los que competimos es porque somos competitivos y eso hace que siempre intentemos hacer el mejor puesto posible. Si puedes quedar segundo será mejor que quedar tercero, y si puedes ganar… será mejor que quedar segundo, eso está claro. Pero, yo personalmente, no cambio el triunfo por otros valores: hablo del compañerismo, el respeto, el crecimiento personal, el ser fiel a tus principios, el juego limpio … y todas esas cosas que el deporte te aporta… o debería aportar.
– ¿Ejemplos?
– Como ejemplo para intentar explicar lo que quiero decir podría servir lo siguiente. En la última cita de este año del Nacional en La Nucía perdí el subcampeonato en la categoría y pasé al tercer puesto… ¡por un punto! Hay que decir que normalmente si va a correr JR, Iván y yo solemos pedir salida conjunta por motivos de desplazamiento y porque, por supuesto, nos divertimos más y nos podemos ayudar cuando vamos juntos. Suele unírsenos Eva Muñoz. El tema es que al ser de diferentes categorías la mayoría de las veces nos toca abrir carrera. Pues uno de ellos me dijo que si hubiese ido con los de mi categoría probablemente no hubiese perdido el segundo puesto. Puede que sí… o puede que no… pero… ¿sabes una cosa cosa? Yo no cambio el fin de semana que hemos pasado ni la carrera juntos por ese puesto. Cada cual tiene su forma de ver las cosas. Es lo que hay.
– ¿Cuál es tu mayor premio?
– Yo considero el mayor premio de todos muchos de los momentos vividos en los muchos viajes realizados a las carreras. A veces compartimos vehículo y eso obliga a compartir vivencias. “Rodri… ¿cuáles son las provincias de Andalucía?”… “Umm… ¡déjame mirar en internet!”. “¿¿Cooómo?? A ver, “Adri” (Villabrille), dime los ríos más importantes de España”. “Los ríos son…” etc, etc. “¡Tas como un burro!”. “¿Ayudamos algo en casa en los quehaceres?”. “Bueno… yo aprieto la tecla del lavavajillas”. (Risas). Son conversaciones fruto ya del cansancio y de los kilómetros que quedan ahí ya para siempre y que, aunque suelen ser banales totalmente, nos obligan a darles importancia porque acaban siendo momentos que van pasando y probablemente no vuelvan. “¡¡Bufff!! Esta carrera estaba a tomar por c… de lejos!”. “¡Calla!”. “¡Oh! Nosotros estamos casi en casa… imagina los gallegos, a quienes todavía les quedarán tres o cuatro horas de camino!”. En casi todos los viajes largos tenemos un recuerdo para ellos, los gallegos. (Risas). Al final son cosas que hacen que el viaje sea más ameno y agradable. ¡Vivencias que nos da el trial! ¡Terapia recomendada!
– ¿En las próximas campañas, te seguiremos encontrando allí o quizás tendremos que buscarte en TR4, nivel de mayor dificultad?
– Bueno. En TR4 he estado hasta hace dos temporadas, y me defendía como gato panza arriba. (Risas). Aun no sé qué haré la temporada 2025, pero tampoco descarto que pueda correr alguna carrera en esa categoría si es que no hiciese un campeonato completo en Veterano A. Como ya he dicho, mi prioridad ahora es cuidarme de tener lesiones y disfrutar del trial todo lo que pueda. Según me vea físicamente… ¡actuaré! (Sonríe).
– Muchos de tus compañeros de categoría también participan en el Campeonato de España de Clásicas. ¿No te llaman las motos de trial de tu juventud?
– Participé en la Foz de Morcín, Asturias, en una carrera del Nacional con una Montesa Cota 330 prestada de un familiar y, la verdad, es que me lo pasé muy bien. Pero a mí me gusta más el trial moderno. Quizás porque empecé ya con estas motos y este estilo de conducción a competir. Pero claro, si haces el Nacional, el Regional e incluso vas a alguna carrera de otros regionales… yo creo que hay que darle al cuerpo algún momento de descanso y disfrute de la familia y otras cosas.
– Se dice que si practicas trial al menos una vez en la vida deberías disputar los Seis Días de Escocia. ¿Estás de acuerdo?
– Fíjate si estaré de acuerdo que he hecho la inscripción unas cuatro veces. Pero nunca he tenido la suerte de que me cogieran. ¿Será que no me ven capacitado? (Risas). ¡La última vez que la hicimos yo quedé fuera y entró Iván! Que al final no fue porque nuestra intención es ir juntos, que será como mejor lo pasaremos. Nos ha liado mucho Miguel Ángel Bermejo, que ya fue varias veces, y parece ser que eso lo tienen en cuenta porque a él casi siempre le cogen. Para mí, lo ideal, sería ir juntos y con algún veterano que nos vaya enseñando. Pero por lo que veo a este paso se me va a pasar el arroz antes de ir, ya que cuando físicamente ya no pueda, ya no voy a poder disfrutarlos. Sería una desilusión muy grande para mí tener que retirarme de este deporte sin haberlo vivido al menos una vez.
– Rubén Garcia Coya, Adrian Villabrille, Rodrigo Marchal, Pablo Suárez… todos Campeones de España. ¿Quién crees que será el siguiente piloto asturiano en coronarse en una de las categorías del CET?
– Tenemos por ahí a César González, Jorge García, Aitor y Saúl Iglesias… Cualquiera de ellos puede dar la campanada y de clase… ¡van todos sobrados! No es fácil llevarse un campeonato, pero si ponen empeño y tesón yo creo que son firmes candidatos. Nombro a los que ahora mismo veo en activo. Pero siempre pueden aparecer pilotos nuevos y no tan nuevos que pueden estar ahí. Por si alguien no se ha dado cuenta… ¡Asturias es cuna de pilotos top! (Risas).
– A todo esto, ¿apostamos por Pablo Suárez como futuro Campeón de España en TR1?
– ¡Por supuesto! ¡Aunque no va estar nada fácil! Ahora mismo la lesión que padece le ha frenado un poco la trayectoria, pero esperemos que se recupere y vuelva por sus fueros muy pronto. A »Pablín” lo conozco desde sus principios y es de esos pilotos que ves que el trial les fluye de dentro. Son esos pilotos que andan sin falta casi de entrenar, que improvisan sobre la marcha y solucionan las zonas a base de clase. Me recordaba a Jaime Busto en TR2.
– ¿Ah sí?
– Yo soy muy de seguir a los TR2 en los triales y a los TR1, pero más a los cinco últimos del Top10 que a los primeros. Básicamente, porque los primeros lo hacen fácil, como si no costara, y en el resto sí se ve la dificultad; como tienen que agarrarse con uñas y dientes en las zonas. Recuerdo una carrera en Arnedillo que seguimos Iván y yo después de acabar la nuestra. A veces estaban saliendo los TR1 cuando nosotros acabábamos. Y fuimos casi toda la carrera siguiendo a Marc Riba que llevaba a su padre de mochilero. Era un lujo ver como había mejorado del año anterior, que aún estaba en TR2, y verle en aquellas “zonísimas” defendiéndose como un titán. Nos hizo disfrutar de lo lindo a nosotros. Una verdadera pena que esos Àlex Canales, Pablo Suárez, Gerard Trueba, Jorge Casales, Gil Vila, Aniol Gelabert, etc, no estén ganándose la vida más que dignamente con el nivel que tienen. Yo creo que todos los TR1 deberían ser profesionales y, por tanto, ganarse la vida sobradamente, e incluso, si me apuras, los cinco primeros TR2, ya deberían poder vivir dignamente del trial. Pero claro, esto no es fútbol.
– Para terminar, por tu experiencia y bagaje, ¿quién crees que ha sido el mejor piloto de la historia de este deporte?
– Hombre… los números lo dicen. Hoy por hoy, está claro que Toni Bou es el Campeón de Campeones. El problema es que está llevando el trial a límites insospechados. ¡Esto ya roza el malabarismo! En Pobladura de las Regueras, en León, vi un aficionado que traía en su camiseta un texto que ponía “hay que matar a Bou”. Me causó gracia el comentario, pero mi opinión es que lo que tenemos que hacer es ¡disfrutar de él! Los demás pilotos lo sufren, pero los aficionados tenemos que disfrutarlo. A mí, personalmente, me gustaba mucho el pilotaje fino y depurado de Albert Cabestany, un pilotaje muy limpio y estilizado. También me gustó mucho Adam Raga cuando pusieron el non stop el primer año porque era el piloto que, a mi parecer, aplicaba el non stop mejor que ningún otro piloto. Una pena que luego se nos fuera de las manos todo y se convirtiera en una interpretación del control complicándole la vida totalmente.
– ¡Caramba!…
– Ahora bien, si hay que reseñar al mejor embajador del trial en el mundo… mi respuesta sin ninguna duda será: EL AFICIONADO, ya que sin él no habría campeones de ninguna clase. A veces poco valorado y otras ninguneado, sobre todo por las administraciones. Pero es vital para que el trial siendo el deporte que es. También EL ORGANIZADOR de carreras, que se harta a trabajar, a buscar gente que le ayude, a pelear con las administraciones muchas veces y a tirar “palante” con un deporte al que cada vez se le va poniendo todo más en contra. Un trabajo muchas veces poco reconocido pero indispensable para que todo siga adelante. Y como no, LOS CONTROLES de zona. Y aquí incluyo a jueces, ticas y toda esa gente que mientras nosotros disfrutamos del deporte que nos gusta ellos están haciendo su trabajo llueva, nieve, haga frio o calor. Y muchas veces aguantando necedades de los propios pilotos o cualquier aficionado. Todo mi respeto y reconocimiento a toda esa gente.
– En mi humilde opinión, si todos los que estamos compitiendo alguna vez nos encargáramos de organizar una carrera, marcaríamos un antes y un después a la hora de juzgar el trabajo de los demás. Sería muy bueno para todo. Me gustaría añadir que me ha quedado mucha gente sin nombrar, que me perdonen, y muchas anécdotas sin contar porque esto acabaría siendo un libro en vez de una entrevista. (Risas).